sábado, 14 de abril de 2012

El mundo de los adultos

Recuerdo cuando era pequeño y mis únicas preocupaciones eran las de aprobar el bimestre y comer rápido para poder salir a la calle. Nos reuníamos en el parque y a veces, sin un rumbo fijo o sin un objetivo claro, nos lanzábamos a caminar por las calles de La Perla. Jugábamos y jugábamos toda la mañana y la tarde y entre juego y juego, a veces imaginábamos que éramos grandes, adultos...

"De grande quiero ser piloto. Yo quiero ser astronauta. Yo quiero ser marino."

Todos teníamos un ideal. Soñábamos con un futuro prominente y lleno de aventuras que nuestras infantes cabezas elaboraban combinando sueños imposibles e influencias televisivas. Cuando mi mamá me llevaba a visitar a sus amigas, me ponía a jugar con las niñas la casa. Al más puro estilo de 'Los años maravilloso', vivíamos aventuras inigualables, amores que duraban unas horas. El siempre clásico juego (¿Me pregunto si aún se seguirá jugando?) del papá y la mamá era prácticamente un ritual de iniciación. La gran mayoría de los de mi generación, ensayaron sus primeros y tímidos besos de ésta forma.

Yo era uno de los que se alucinaba un Kevin Arnold, como Pedro Canelo, periodista del diario El Comercio, quien hace poco sacó una columna dedicada a esa serie que marcó los corazones de cada uno de los que, sin falta y con mucha expectativa, nos pegábamos al televisor durante una hora. Esas épocas eran fascinantes, la televisión peruana aún conservaba un poco de dignidad y los programas eran interesantes.

También recuerdo que, cada vez que mi papá me ordenaba entrar a la casa, renegaba sin límites, despotricaba contra su autoritarismo y soñaba con implantar una anarquía totalitaria en la casa. Mi padre, fruncía el cejo y me miraba serio, con sus bigotes puntiagudos y negros en ese entonces. Yo solía mirarlo desafiante y retarlo con la siguiente frase que ahora que lo pienso, es una maldición: "Cuando tenga 18 años y se adulto, haré lo que me dé la gana y tú no podrás decirme nada".

Iluso.

Hoy tengo 24 años y no he logrado absolutamente nada. Tampoco puedo hacer lo que me da la gana y mi papá sigue recordándome que soy un chibolo idiota. Hoy me doy cuenta de que ser adulto es prácticamente, la peor de las obligaciones. El imperio de la adultez es el peor de los sistemas autocráticos que puede existir, la más triste de las dictaduras, la más cruel de las guerras. Desde que soy adulto, nuevas amenazas han aparecido y ya no son las de antes...

Ya nada es como ayer.

En días como éste, solo queda levantar la cabeza, pensar en que nos queda un largo y tortuoso camino para recorrer, que el peso que llevamos en nuestras espaldas es un chiste de mal gusto para Atlas y que los juegos de hoy ya no se pueden terminar con un "ya no juego, ya no juego".

El día de hoy, considero que no hay peor karma que alucinar que eres adulto cuando eres niño. Porque cuando se es niño, todo es fácil y siempre quieres ser adulto y algún día lo serás; pero cuando eres adulto y quieres ser niño... esos viejos tiempos no volverán.