lunes, 24 de mayo de 2010
Paréntesis
¿Qué puedo decir? ¿Qué puedo hacer?
Pensar, pensar y pensar.
Seguir corriendo, en la dramática carrera hacia la nada, en el inevitable descenso hacia la mortalidad. Recién ahora caigo en la cuenta de lo ridículo que me veo, de lo frágil que me siento. Me dejó colgado, como quien deja un disfraz que nunca más va a usar en un viejo perchero. En el momento no quise aceptarlo, me negué totalmente a mostrar signos de incomodidad, de tristeza.
Y lo logré.
Y ahora, casi dos meses después, entiendo que solamente me volví de piedra; pero algún día, como sucedía con las gárgolas, tiene que salir el sol.
Ah, lo olvidaba, todo esto es mentira, pero ¿Quién dice la verdad? :D
miércoles, 19 de mayo de 2010
Viejas Historias III
Y llegó para volverla gris.
Alumna de media tabla, segunda de tres hermanas, medio amiga, medio madre y amante regular; Mónica se caracterizaba por mostrar una especie de equilibrio innato. Todos sabíanque Mónica era totalmente imparcial. Cuando ella opinaba, siempre su posición era no afirmar ni negar nada. Para variar, era agnóstica.
Me confesó su agnosticismo el último día del Convivio, bajo la tenue luz de la pira que prendieron en medio del gigantesco patio, los ¿pastores? del célebre evento religioso.
- Cuando veo esta fogata, me imagino que dios debe estar tomando un baño
- ¡Pero qué cosas dices, Mónica!
- En serio, pienso que dios está tomando un baño
- ¿Y por qué dices que dios está tomando un baño?
- Porque el fuego es sinónimo de furia, y si dios existiese, no habría furia en la gente, se evitarían las guerras, los asesinatos, las violaciones. El fuego es la forma física de toda la violencia y el poder destructivo que existe en esta realidad.
- Tú sí que me dejas sorprendido. Lo que no entiendo es por qué viniste aquí si no crees en dios
- No es que no crea en dios, lo que pasa es que no sé si existe o no y hasta que no me demuestren lo contrario, seguiré así. Hay gente que cree que puede convencerte leyendote pasajitos de la biblia o hablando como pseudoprofetas. Las cosas no son así, o das un argumento válido, de peso o mejor no dices nada
-Supongo que tienes razón...
El bichito de la desconfianza había sido sembrado en mí.
Continuará...
martes, 18 de mayo de 2010
Viejas Historias II
La fama de las chicas del San Antonio de mujeres era bien conocida. Se decía que eran las chicas "ya no ya". Y en realidad había de todo. También mirábamos secretamente a las chicas de nuestros clásicos rivales.
Muchas de las chicas concordianas eran vitrina de nuestro distrito. Siempre, en los desfiles interescolares, los hombres nos derretíamos por muchas de las concordianas. Yo no podía evitar dejar de mirar y de reconocer a mis antiguos compañeros y amigos; sin embargo, nunca te vi, hasta que el bendito facebook nos reencontró. Pero esa es otra historia.
No fue sino hasta el Convivio que recién pudimos alcanzar nuestro tan ansiado deseo. Todos nos dimos cita en el portón de cole. Algunos iban por curiosidad; otros, por un misterioso y reciente fervor religioso. Muchas chicas iban porque querían volver a ser impías, pero todos los de mi grupo íbamos por algo más: la concentración de chicas de otros colegios y sobretodo, porque la sede del Convivio de ese año sería ¡El San Antonio!
Fue ahí donde conocí a Mónica.
Y a partir de ese entonces, nunca volví a ser el mismo.
Continuará?
lunes, 10 de mayo de 2010
Viejas historias I
Yo estudiaba en un pequeño colegio particular. Mucha gente lo conocí e incluso, por esos años, aún conservaba una buena fama. Mi mamá me cambió porque mi ¿linda? hermana pequeña (por ese entonces) comenzaba ese mismo año a ir al nido. Podía imaginármela enfundada en su mandilito de tela blanca y su pintorezca corbatita de lazo. Un color por año. Recuerdo muy bien que se comenzaba con la corbata azul y se terminaba con la corbata roja.
Odié por muchos días a mi hermana. Me causaba mucha pena irme del colegio en el que estaba, ahora uno de los mejores colegios del distrito en el que vivo. Para variar, ya estaba enamorado de una niñita de mi clase (tú sabes muy bien que era así). Hace unos meses la volví a encontrar y creo que ahora tenemos una sólida amistad cibernética, incluso podría decir que tenemos algo de la vieja química que nos llevó a gustarnos en primaria.
Intentaré no desviarme más del tema.
Cuando llegué a mi nuevo colegio, todos me miraban como a un bicho raro. Me sentía perdido, desconfiado y solo; muy solo. La realidad a la que llegué no era nada comparada a la realidad de la que provenía. No habían televisores en los salones, no habían pizarras acrílicas ni tampoco carpetas individuales. Hasta ese momento, me sentía ajeno pero cuando observé que los niños (mis futuros grandes amigos) jugaban con pelotas hechas de innumerables exámenes jalados y abundante cinta adhesiva- "para que no se desarme pe"- creí llegar a un mundo distinto en el cual, yo estaba como un turista. Nunca le dije a mi mamá que me sentí un pavo. Estaba acostumbrado a otro tipo de gente, a otro tipo de trato.
Recuerdo que atrás habían unos chicos que les gustaba joder. Al toque buscaban un defecto y lo hacían el tema del día (y eso que estábamos solo en quinto grado). A mí, contrario a lo que pensaba, en vez de joderme con un defecto; me empezaron a joder con lo que yo consideraba una virtud por aquellas épocas: ser tranquilo y no meterme con nadie.
Para mi grata sorpresa y para afianzar mi apoyo moral que estaba por los suelos, me enteré que algunos de mis antiguos compañeros de cole también habían ido a parar, como yo, en este nuevo mundo.
Los años fueron pasando, la gente fue creciendo y yo, como buen animal superviviente, me fui mezclando con el resto, mimetizándome más y más hasta que logré encajar y ser uno más. Muchas veces me he sentido agradecido con mi mamá por haberme cambiado de cole y por haberme permitido (indirectamente) crecer y despertar de aquel sueño que significaba pertenecer, por unos cortos años, a la "high society" de mi distrito.
Llegó la secundaria y con ella, el arribo y la salida de harta gente. A todos los que se iban, los despedíamos a lo que posteriormente bautizaríamos como "vinchas": un bueeeeeen apanado, con patada, puñete, pollo y todo.
A los nuevos, los mirábamos de reojo, los escuchábamos, los íbamos "tasando" poco a poco y según el veredicto general del salón, se le ubicaba en un subgrupo. Teníamos a los intelectualones, a los jodidos (yo estaba en el medio de los dos), a los malcriadazos, a los vagos pero buenos, a los malos pero inteligentes, a las chismosas, a las ilusas, a las agrandadas y a las que estaban fuera de nuestras ligas. Éramos un grupo chico, así que casi siempre, uno pertenecía a dos o más clasificaciones. En realidad todo esto siempre me pareció estúpido, pero valía la pena pertenecer, siempre tenía sus pro.
Por ese entonces, y yo y tres patas más nos dedicábamos a gilear flaquitas. Las cautivábamos a través de nuestras inmortales tocadas acústicas en el patio del cole, o nuestra manera dicharachera, burlesca y jocosa de comportarnos. No había nadie en el cole que no nos conociera. Teníamos simpatizantes y detractores, como todo en este mundo.
(continúa...)
martes, 4 de mayo de 2010
Nunca más lo vuelvo a hacer
Nunca más lo vuelvo a hacer. No he entendido nada de la clase, me cruje el estómago y veo maripositas distorsionadas; definitivamente estoy mal, además, un café de desayuno y estar sin almuerzo es un intento de suicidio, pero tenía que venir, no quiero que la profesora me jale.
Todos miran a Valeria, Valeria nos mira a todos con una gélida vista, nos identifica y nos etiqueta con una bella pero siniestra sonrisa. Valeria es la más bonita del salón y también la más vieja (tiene 25 o 26 años) y según Renzo, tiene un enamorado de 30 años. Angelo dice que si le hace el habla, en menos de un mes se la va a comer, Humberto y yo solo admiramos sus preciosos senos y cuando ella se dirige al profesor, todos la silban. Sus ojos azules, su cabello negro y su nariz afilada encajan perfectamente en su rostro delineado, es flaquita y parece una caricatura. Tiene cuerpo de modelo parisina. Todos sabemos que ya ha hecho una carrera y está aquí para convalidar cursos. Siempre callada, observando todo y a todos, Valeria escucha atentamente la clase y a veces interviene. Su voz es suave como la de una quinceañera cantante y su léxico es el típico de la gente bohemia de Barranco y Miraflores.