Me ha tomado casi un par de meses asimilar aquella verdad irrefutable: ella me terminó.
¿Qué puedo decir? ¿Qué puedo hacer?
Pensar, pensar y pensar.
Seguir corriendo, en la dramática carrera hacia la nada, en el inevitable descenso hacia la mortalidad. Recién ahora caigo en la cuenta de lo ridículo que me veo, de lo frágil que me siento. Me dejó colgado, como quien deja un disfraz que nunca más va a usar en un viejo perchero. En el momento no quise aceptarlo, me negué totalmente a mostrar signos de incomodidad, de tristeza.
Y lo logré.
Y ahora, casi dos meses después, entiendo que solamente me volví de piedra; pero algún día, como sucedía con las gárgolas, tiene que salir el sol.
Ah, lo olvidaba, todo esto es mentira, pero ¿Quién dice la verdad? :D
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